En las empresas cada vez más globales e interconectadas, hablar de multiculturalidad ya no es un gesto simbólico, sino una decisión estratégica. Pero más allá de los informes y las teorías, ¿cómo se traduce esa diversidad en el día a día de una organización?
En Grupo Ifedes, podemos responder desde la experiencia.
Nuestro equipo está formado por personas de nacionalidades muy diversas, española, holandesa, colombiana, peruana, venezolana, argentina, china y chilena, entre otras. Esta pluralidad no solo nos aporta distintas formas de analizar problemas o tomar decisiones también transforma las dinámicas cotidianas de trabajo. Y es precisamente ahí, en los detalles, donde la multiculturalidad demuestra todo su valor.
En una misma conversación, una palabra puede tener significados completamente distintos según el país de origen. Nos hemos acostumbrado, por ejemplo, a preguntar “¿qué quieres decir exactamente con eso?” para evitar malentendidos.
Pasa con términos tan comunes como “ratón”, que para algunos es el animal y para otros, directamente, el dispositivo del ordenador. O con “ordenador”, que en buena parte de Latinoamérica simplemente no se usa, allí es “computadora”, y decir “ordenador” suena técnico o anticuado.
Estos pequeños roces lingüísticos, lejos de ser un problema, nos invitan a escuchar mejor, reírnos juntos y ajustar constantemente nuestra forma de comunicarnos. Es un entrenamiento diario en empatía y precisión que, aunque parezca anecdótico, tiene un impacto real en cómo trabajamos en equipo.
La multiculturalidad también se nota en aspectos más visibles, en las comidas que compartimos, por ejemplo, donde conviven empanadas argentinas, arepas venezolanas, fideos chinos … pero lo esencial va más allá del sabor. Cada costumbre, cada referencia o forma de celebrar aporta una mirada diferente que enriquece la experiencia del grupo.
Y cuando estas diferencias se trasladan al terreno profesional, a cómo se organiza una reunión, cómo se resuelve un conflicto o cómo se negocia una propuesta, lo que antes parecía un reto se convierte en una ventaja. Se multiplican los enfoques, se detectan ángulos ciegos, y se diseñan soluciones más completas.
Eso sí, integrar la diversidad no ocurre de forma automática. Requiere una cultura organizativa basada en el respeto, la curiosidad y la flexibilidad, donde las diferencias no se corrijan, sino que se aprovechen.
En Grupo Ifedes, no consideramos la multiculturalidad como un valor decorativo. Es parte de nuestra forma de trabajar, de entender el talento y de generar valor para nuestros clientes. Porque no hay mejor manera de ampliar la mirada que sentarse a la mesa, literal o metafóricamente, con personas que ven el mundo de otra forma.
P.D. ¿Qué es mejor la Milanesa Argentina o el Cachopo Asturiano? Este tema ha sido el último objeto de intercambio de opiniones.




