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El valor de decir lo obvio

29 mayo, 2025

El valor de decir lo obvio

Cuando una organización se detiene a pensar estratégicamente, suele hacerlo rodeada de herramientas: informes de mercado, análisis de competencia, proyecciones financieras, sesiones de trabajo… todo ello es necesario. Pero en muchas ocasiones, lo más valioso no surge del Excel, ni de la última matriz metodológica, sino de una frase dicha con franqueza en mitad de una reunión:

“Esto ya no tiene sentido”

No es una frase técnica. No suena sofisticada. Y, sin embargo, tiene un poder transformador. Marca el momento en que el equipo deja de pensar hacia afuera, en lo que se espera que digan, en lo que se ve bien en una presentación, y empieza a pensar hacia adentro: en lo que realmente saben, sienten y entienden del negocio.

Ese momento, que parece pequeño, es en realidad el primer paso serio hacia una estrategia viva.

Porque en el fondo, toda estrategia sólida comienza con una conversación honesta. Una en la que se atreve a poner sobre la mesa lo evidente: lo que ya no funciona, lo que nadie quiere hacer pero todos están haciendo, lo que está desgastando más de lo que aporta.

Ahí aparece el sentido común. No como una renuncia a la inteligencia estratégica, sino como su punto de partida. El sentido común no elimina la complejidad, pero sí ayuda a distinguir lo importante de lo accesorio. Actúa como un filtro que permite enfocar. Y cuando se tiene claro lo que tiene sentido, en el contexto, en la cultura, en el mercado, en la estructura real de la empresa, entonces la estrategia empieza a encontrar su forma natural.

Con los años, hemos aprendido a reconocer ese momento en el que una empresa empieza realmente a avanzar: no es cuando aprueba el plan, ni cuando lanza un nuevo proyecto. Es cuando, en una sala de trabajo o en una conversación informal, alguien dice en voz alta lo que todos intuían, y se permite cambiar el rumbo desde la lógica más simple y más olvidada: lo que de verdad encaja con la realidad.

Lo llamamos “decir lo obvio”, pero es mucho más que eso. Es tener el coraje de ver con claridad. Y también de actuar con coherencia.

El resto, los análisis, las herramientas, los modelo, no sobran. De hecho, son fundamentales para transformar esa claridad en un camino concreto. Pero sin ese primer momento de honestidad, sin esa pausa para pensar con sentido común, todo lo que se construya después corre el riesgo de ser técnicamente impecable… y estratégicamente irrelevante.

No hay nada más difícil que simplificar con profundidad. Pero cuando una organización lo logra, cuando une sentido común con método, entonces empieza a moverse con una convicción distinta. Porque ya no responde a modas ni a urgencias, sino a algo mucho más poderoso: a una decisión tomada con los pies en la tierra y la mirada en el largo plazo.

Y eso, en definitiva, es estrategia.

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