Las 5 cosas que las empresas llaman innovación erróneamente

A pesar de la buena voluntad de muchos organismos y profesionales de llevar a cabo una labor de transferencia de I+D al tejido empresarial (asociaciones, entidades u otros agentes intermedios insisten en llevar a las empresas a las universidades para que les lideren el desarrollo de su propia innovación), es sólo la verdadera innovación desde la empresa la que puede encaminar prototipos gestados en senos universitarios hacia el cliente final con buenos resultados.

Pocos responsables de esta materia advierten de esta circunstancia y, en la práctica, la conversión de grandes ideas en rentables productos/servicios arroja un ratio significativamente moderado de casos de éxito. Es probable que esta circunstancia se deba a que sigue existiendo una confusión clara y prolongada en el tiempo al respecto de lo que es y supone la innovación orientada a mercado.

Innovar en mercado no es hacer I+D: La innovación es una herramienta propia de la estrategia empresarial y parte de un enfoque con objetivos radicalmente distintos a crear conocimiento y a hacer publicaciones en revistas científicas. La innovación es la herramienta connatural a todas aquellas empresas que requieren posicionarse en el mercado mediante una propuesta de valor diferente o al establecimiento de innovaciones claras en sus procesos, que les permiten convertirse en líderes por coste.

Dicho en palabras sencillas, la innovación no es hacer I+D, es vigilar el mercado, estudiar y anticiparse a las tendencias y, sobre todo, desarrollar metodológicamente ideas para lanzarlas a mercado, garantizando que el prototipo final tenga una demanda real. La innovación sería el paso previo que lidera, en la orientación a mercado, la I+D que sea necesario practicar.

Innovar no es copiar productos innovadores: Innovar no es acudir a ferias y mercados y realizar una vigilancia exhaustiva de los avances de la competencia para luego copiar lo que haya resultado de éxito con alguna mínima variación. Tampoco lo es tener un producto o servicio extraordinariamente potente o sofisticado, o incluso rompedor, si no existe detrás un interés por parte del mercado o, habiéndolo, no tiene un correcto enfoque hacia el público destino. Innovar en producto es un ejercicio basado en la empatía con la necesidad del receptor final, por tanto introducir métodos para conocer sus insights (deseos, rechazos, filias y fobias) de manera constante en el tiempo permitirá concebir de forma sostenible ideas nuevas orientadas a la demanda.

Las ideas innovadoras no están siempre en los expertos: Es cierto que los expertos tienen un conocimiento amplio del negocio y del contexto que lo envuelve, pero, en muchos casos, su visión resulta encajada en preceptos totalmente estándares al respecto de lo que funciona o no en un mercado. Esta visión resulta poco enriquecedora si no se completa con la visión de los 360 grados de una organización, que incluiría a colaboradores menos experimentados, a intermediarios o partners y sobre todo al cliente final, que debería ser altamente protagonista de toda innovación. Las ideas aportadas por gente no experta, pueden convertirse en un especial caldo de cultivo sobre el que, esta vez sí, los expertos comenzar a romper o moldear sus propios modelos y desarrollar una innovación exitosa.

Innovar no es sacar más productos que nadie al mercado: Como ocurría con el error anterior, llevar a cabo el esfuerzo de innovar en la gama de productos o servicios para sacar novedades al mercado y hacerlo de manera muy continua no tiene que ver directamente con la capacidad innovadora de la empresa. La innovación en una compañía no debería medirse en términos de número, sino de éxito en el mercado de las novedades introducidas.

Ante tal perspectiva, cabe pensar que la intuición y la experiencia de años de mercado no sean ya suficientes para generar una oferta competitiva como antes. No para esas empresas que creaban nuevos productos gracias a su extraordinaria intuición y saber hacer técnico y a los giros increíbles de gurús del marketing.

Para satisfacer al nuevo consumidor, que valora más la adaptación de la oferta a sus deseos personalizados, parece primordial una solución de continuidad en la forma de ofertar productos y/o servicios que respondan a su nueva realidad. Ello implica, por tanto, una innovación incluso en cómo practicar dichas innovaciones, que permita orientar los ingentes esfuerzos que requiere estar competitivo en mercado. Una fórmula encaminada a la innovación desde la demanda, como parte de las estrategias productivo-empresariales de los próximos años.

Fuente: www.eleconomista.es 

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