¿Será el año 2022 un año de recuperación económica para las empresas?
¿Se podrá dar por superada la crisis COVID 19? ¿Volveremos a niveles pre-pandemia o la senda de crecimiento prevista supondrá un paso mayor en la actividad? ¿Adapto mis objetivos empresariales a la nueva situación o espero a ver cuál es la salida real de la situación?
En el contexto actual es difícil responder a dichas preguntas con certeza, pero sin duda forman parte del proceso de reflexión estratégica que todas las empresas deben acometer… y más en una situación como la que estamos superando.
El proceso de planificación estratégica sirve como base y guía de trabajo para las empresas en los próximos años, marcar sus objetivos y realizar un despliegue de acciones que permita alcanzarlos en un periodo de tiempo definido.
Uno de los componentes a tener en cuenta en dicho proceso pasa por analizar los cambios en el entorno y el mercado para detectar oportunidades y amenazas que forman parte de dicho análisis. La velocidad y cambios en el entorno, tanto derivadas de los cambios en tendencias de compra por parte de los consumidores, hábitos sociales, aparición de nuevos canales comerciales y nuevos productos el incremento de costes de materias primas y la dependencia de determinados países, el crecimiento d ellos costes logísticos, etc son cada vez más rápidas.
La situación derivada de la Crisis del COVID-19 ha agravado esta situación y la ha acelerado aun más, generando una situación de incertidumbre en el entorno con la que las empresas debemos de aprender a convivir.
Es por ello que debemos adaptar y revisar de manera periódica nuestros ejes de trabajo y líneas de desarrollo futuro para ajustar nuestras capacidades a dichos cambios, y en el caso de no disponer de ellas construirlas sobre la base de una creciente incertidumbre. Enfocar hacia dónde queremos dirigir nuestra organización, apoyándonos en nuestras fortalezas y corrigiendo nuestras debilidades internas forma parte del proceso de planificación estratégica.
Como resultado de este proceso debemos obtener una serie de retos y objetivos, así como una serie de Proyectos de desarrollo que nos ayuden a alcanzarlos. Una vez priorizados y asignados los recursos necesarios para llevarlos a cabo debemos construir un sistema de indicadores que nos permitan visualizar el impacto de nuestras acciones en los resultados de la empresa.
Si este proceso de construcción de la estrategia empresarial es importante realizarlos de manera sistemática, los cambios anteriormente descritos en el entorno, acelerados por los efectos de la crisis derivada de COVID-19 los hacen prácticamente imprescindibles. Si parece evidente que cualquiera de las respuestas posibles a las preguntas iniciales se soportará sobre una base cierta… la situación del entorno y el mercado ha cambiado de manera brusca.. y las empresas deberemos adaptarnos a esa nueva situación
También parece evidente que algunos de los retos que debemos afrontar pasan por acometer y acelerar proyectos que nos permitan adaptarnos: Invertir en Innovación de producto, desarrollar procesos comerciales de omnicanalidad, acometer una profunda digitalización de procesos de trabajo que nos permitan ser más ágiles y flexibles, formar y capacitar a nuestro equipo para adaptarse a esta nueva situación, mejorar productividad para ser más competitivo, atender al posicionamiento social de la compañía, etc , y debemos hacerlo con rapidez, a riesgo de perder ventaja competitiva derivada de los cambios producidos.
Afrontar este tipo de retos, que formaban parte del repertorio estratégico de la empresa, resulta ya no solo necesario sino imprescindible para 2022, un año que sin duda consolidará importantes cambios en el mercado y el entorno al que no podemos ser ajenos…o corremos el riesgo de llegar tarde o no llegar…