La productividad es un elemento irrenunciable en el desarrollo de toda empresa. Para que los objetivos se cumplan, la organización sea visible y dé los resultados buscados, convertir el rendimiento bien enfocado es un objetivo-tendencia imprescindible.
Ahora bien, ¿cómo se puede impulsar el avance en esta dirección? ¿De qué modo hay que trabajar para que la actividad se materialice de la manera correcta? A continuación se presentan 6 factores fundamentales para alcanzar esos logros.
¿Cómo hacer avanzar a la empresa hacia la dirección deseada?
Qué y cómo se hacen las cosas determinan los resultados obtenidos. Por eso, la dirección estratégica y la toma correcta de decisiones condicionan el devenir de cualquier organización empresarial.
Conseguir retos no es fruto de la casualidad, sino la consecuencia de hacer bien las cosas, a partir de la consolidación de lo que funciona y de la innovación abierta en los ámbitos precisos.
Estas son las claves para impulsar y agilizar el correcto desempeño empresarial.
Definir con claridad la dirección hacia la que se desea avanzar
Cuando no se sabe a dónde se desea llegar, se llega a alguna parte, pero generalmente no suele ser la adecuada. Esto es especialmente válido para las empresas: necesitan establecer unas metas y objetivos concretos que sirvan de estímulo, guía y referencia para el quehacer diario en la organización.
Plantear objetivos SMART como motores de la actividad
Tener claros ciertos principios básicos es necesario para plantear los objetivos a alcanzar. Estos deben ser específicos, mensurables, alcanzables, relevantes y temporales.
De este modo, se convierten en metas concretas que posibilitan el análisis posterior e inmediato de cómo se están haciendo las cosas y de la eficacia e intensidad de los esfuerzos a realizar.
Fomentar el espíritu autocrítico
La autocomplacencia es el alimento de los mediocres. Y, en las organizaciones empresariales, solo perseguir la excelencia permite competir con garantías de éxito en los entornos tan cambiantes y exigentes en los que se desenvuelven.
Consecuentemente, el espíritu crítico sobre las propias actuaciones es un factor decisivo para impulsar mejoras, aprovechar nuevas oportunidades y reenfocar aquello que no se está haciendo tan bien como se debería.
Medir el éxito
La autocrítica no se alimenta de sensaciones o pareceres, sino que debe nutrirse de los hechos, de la realidad, de lo que en verdad está sucediendo. Por eso es primordial establecer y aplicar sistemas de medición del logro de los objetivos SMART planteados.
Solo así será posible identificar las carencias y problemas con anticipación, validar el rendimiento y la productividad alcanzados y tomar las medidas correctivas idóneas en ese trabajo orientado a objetivos.
Reclutar y cuidar el talento
Los logros de las empresas dependen, en gran medida, de la calidad y la implicación de las personas que las forman.
Por eso resulta fundamental contar con los trabajadores más eficaces y talentosos. Identificar dónde se encuentran, seducirlos para que trabajen en la organización y cuidarlos para que estén a gusto una vez que están en ella son procesos imprescindibles.
Cuidar que la comunicación sea clara y concisa
Gracias a la comunicación se comparten los objetivos, se radiografía la realidad, se toman decisiones compartidas y se potencia la motivación entre los equipos y sus miembros.
Además, no basta con hacer las cosas bien, hay que contar a los distintos tipos de público qué se está haciendo. La comercialización es una cuestión de imagen y, esta, se alimenta siempre de la comunicación.
A la hora de dar instrucciones internas, por último, la claridad y la concisión siempre facilitan las cosas y el cumplimiento de los objetivos.
En definitiva, la productividad no surge por azar, sino que es la consecuencia de una serie de buenas prácticas, de un plan y de acciones motivadas dentro de la organización. Contar con excelentes asesores externos es una ayuda muy valiosa para lograrlo.